Cantera Negra
Todos estos años la he recordado de distintas formas, a veces más alta, otras más robusta, en mejor forma o simplemente menos desgastada, pero siempre algo permanecía en su apariencia, algo extraño e intrigante, una emoción que por más confusa que fuese a primera vista, siempre logré encontrar por debajo de su sólida apariencia. Cada vez que la veía “ahí” parada entre la sala de estar y la extensa escalinata de cantera negra, lograba vislumbrar en ella una gran desesperación.
Parecía haber entrado, hace mucho tiempo, en un estado letárgico que, inducido por la soledad, la obligaba a permanecer encadenada a la pared, clavada, perforada de un costado por seis puntiagudos tornillos de cobre, que a su vez la empujaban hacia tres frías placas de metal.
Hace mucho que no voy a la sala de estar y sin embargo sé que permanece ahí, y ahí seguirá hasta que un día su cuerpo no pueda más y caiga rendida al piso dejando ver detrás de ella, la escalera de caracol de cantera negra.
Hace mucho que no voy a la sala de estar y sin embargo sé que permanece ahí, y ahí seguirá hasta que un día su cuerpo no pueda más y caiga rendida al piso dejando ver detrás de ella, la escalera de caracol de cantera negra.
Haikus (Mukigo)
Gentiles fuegos
Destruidme ahora
O dejadme morir.
Fría y falsa,
Odio esa mascara
Llamada amor
A donde irás
A donde iré sin ti
Solos, perdidos.
Dulce se esconde.
Jugo de melocotón
Entre tus labios
Aún te siento,
Seguiré caminando
Hasta perderte.
Tus notas muertas
Mi triste violonchelo
Jamás volverán.
Poema en Sol bemol
La luz del atardecer se colaba por la ventana
serpenteando por su cuerpo
Como agua, como seda;
Contorneando su figura, alumbrando cada rojizo rincón.
Imponente como estatua.
Fina como vieira.
Y aún moribundo el sol se empeñaba en andar en su silencio
en sus notas incompletas;
Bemoles, cuartas y sones
Pero se resistía a permanecer en su silencio imponente
En su callar
En mi sufrir
Lamento jamás haber a aprendido a tocar violín.
Alba en Andalucía
En tu mirada mortal, la luz de una puerta.
Tus pisadas tonalidad ocre pintaban las vetas del piso de madera
Escondida entre tus manos dormía el alba de un arma
Aún más allá de los ocasos fatuos, tu dulce respiración asesina resonaba.
Tu boca, luz de averno, se curvaba a manera de sonrisa.
Se ha terminado el ocaso celeste
La noche carmesí se aproxima
Y el alba de la madrugada, aún recostada en el horizonte, acecha.
Tus piernas de humo durazno avanzan en silencio.
Es un arma mortal, la luz de tu cuerpo.
Y el alba en tus manos, un percutor de aire fúnebre.
Sentiré el viento andaluz por última vez
Y escucharé el calor de los cuerpos de media noche, tendidos ante la luna.
Mátame, para que así te deje de amar en vida
Conviérteme en espíritu inmortal y fija mi recuerdo a tu alma mediterránea.
*Poemario que obtuvo mención honorífica en el concurso de Poesía de la Preparatoria Modelo 2010.
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