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sábado, 30 de enero de 2010

Armando y sus sueños

Cuento

Por Sergio Palencia Ruz


Un día como todos, Armando se sintió diferente a los demás días, se sentía triste trastornado y molesto. Aparentemente estaba bien físicamente, pero al levantarse e irse a bañar se dio cuenta de que su pierna estaba morada, como si le hubiesen dado golpes…

Empezó a recordar lo que hizo el día pasado, pero no recordó haber hecho nada que haya lastimado su pierna. Terminando de bañarse se lavó los dientes, se limpió las orejas y se fue a la cocina, donde se encontraba su madre. Preguntó, entonces, si su pierna se veía muy mal, porque a él le estaba doliendo mucho, su mamó la revisó y no, no tenía nada malo, pero estaba muy morada. Armando subió de nuevo a su cuarto y notó que su sábana estaba muy arrugada, y empezó a creer que tuvo una pesadilla y, de repente, se le vino a la mente el sueño: él estaba con sus amigos y un viento aterrador sopló bastante fuerte, por lo que entonces decidieron ir cada quien a casa. Al llegar a la suya, intentó entrar y se dio cuenta que no había nadie, razón por la cual decidió entrar por la ventana.

Cuando subía las escaleras, encontró sangre en la sala. Asustado, decidió ir a la cocina para buscar algo con qué defenderse; se encontró un cuchillo y empezó a ver de dónde provenía la sangre. Fue entonces cuando se percató de que una mano colgaba del armario de la sala. Dentro estaba su mamá, degollada.

Su padre estaba trabajando, pero llegó inesperadamente. Bajó del coche y escuchó gritos y llantos, vio que la puerta estaba abierta y corrió al interior. Pasando la puerta un sujeto lo atrapó al tiempo en que le tapaba la boca. Armando no sabía que su padre había llegado a su hogar, siguió llorando por su madre muerta. Cuando estaba saliendo de su casa para buscar ayuda, se topó con el sujeto que tenía agarrado a su padre por la espalda. Antes de que Armando pudiera reacciona, su padre ya estaba en el suelo, con el cuello roto.

Armando no recordaba cómo había terminado su sueño, sin embargo, algo de esa realidad se había quedado en su pierna morada.

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